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Memorándum de Budapest: el gran error de Ucrania (OPINION)

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Cada vez que tengo la oportunidad de exponer mis criterios a través de este prestigioso medio de comunicación y de otros que se hacen eco, reitero una y otra vez, que no ha existido sobre la faz de la tierra una ideología política más proterva, peligrosa, dañina, criminal y cínica, que la ideología marxista-leninista. Ninguna otra conocida hasta ahora en el ejercicio político ha sido tan utópica, hipócrita y corrupta como la que afloró de las mentes de Friedrich Engels Marice y de Karl Heinrich Marx Pressburg, este último, un vago que nunca supo lo que era trabajar, oportunista a carta cabal, beodo empedernido, lumpen cabaretero y un  ludópata que mantenía sus vicios a costa del patrimonio de su suegra, su mujer y su fiel amigo Engels.

Es obvio que, de una persona improductiva y de tan poco valores ético y morales, no podía salir una doctrina política e ideológica que encarnara las reales soluciones sociales y económicas de los seres humanos. En más de un siglo de ser llevada a la praxis, lo único que ha traído a las pocas naciones que la han impuesto como plataforma de Estado, ha sido miseria, hambre, pobreza, muertes, esclavitud y terror. Es el sistema de gobierno en donde el ser humano pierde su dignidad, su libertad y se convierte en pura marioneta de una pandilla de corruptos, cínicos, asesinos y descarados que pregonan una autopía irrealizable e inútil.

No obstante ello, y a pesar de los hechos tangibles que ha demostrado la historia unida al tiempo, con estos regímenes socialistas de ayer, hoy convertido -en el caso de Rusia- en una rancia plutocracia, todavía hay líderes políticos del mundo occidental que creen o confían en las promesas, acuerdos, palabras o compromisos que asumen estos regímenes del mal en determinados momentos de interacción entre las naciones. Muchos de ellos pecan de ingenuos y, a pesar de ser líderes curtidos en la política, caen varias veces en el engaño y las mentiras de estos gobernantes demagogos, cínicos, oportunistas e irresponsables.

Como muestra de ello y algo reciente en la historia, que nos demuestran que muchas veces los líderes occidentales pecan de bobalicones, recordamos el triste espectáculo de la visita del expresidente Barack Hussein Obama Dunham, el cual tuvo el tupé el 21 de marzo 2016 y, en un acto genuflexo al mejor estilo del indio Guacanagarix, de posar el Air Force One en el anacrónico y desvencijado aeropuerto José Martí en La Habana, Cuba, para estrechar las manos ensangrentadas del dictador Raúl Modesto Castro Ruz, y con ello,  levantar una serie de restricciones económicas y políticas que le dieron un respiro a la vetusta tiranía. Con esa visita se pretendía obtener cambios políticos y sociales en la Isla de los Castro, que favorecieran al pueblo cubano.

Obviamente, eso fue un infantilismo político y una ilusión fallida más elocuente que la de Tomás Moro cuando escribió su reconocida obra «Utopía’. La dictadura siguió reprimiendo, siguieron los presos políticos, las torturas, el terror, la miseria y el pueblo cubano no obtuvo nada de ese periplo cantinflesco de Obama. Es iluso en pensar que medidas como esas vayan a beneficiar a un pueblo que subyace en la miseria, a sabiendas, de que la dictadura lo controla todo y nada llega a las masas sin antes pasar por el colador oficial. Lo insólito es que el nuevo mandatario Joe Robinette Biden Jr. (Joe), hace poco ha vuelto a cometer el mismo error que Barak Obama, al quitar ciertas restricciones económicas y de viajes a Cuba, que les había puesto el expresidente Donald John Trump MacLeod, lo cual será un resultado errado, igual que el anterior de Obama.

¿A qué se deben estas disquisiciones que he planteado más arriba? Bueno, la razón de las mismas se deben, a que esos yerros de confiar en gobiernos socialistas, fundamentalistas islámicos, naciones terroristas como Irán o personajes siniestro como lo fue y lo es Vladimir Vladimirovich Putin Putina, se corre el riesgo muy alto de cometer errores que se pagan muy caro en el discurrir en la historia de una nación. Veamos…

Sinopsis de la debacle socialista

El 9 de novienbre 1989, el pueblo alemán se lanzó a las calles de manera pacífica y derrumbó el Muro de Berlín, que dividía en dos a una misma nación, algo que los comunistas hacen aviesamente. Posterior a ese hecho memorable en la historia, el 25 de diciembre de 1991, Mijaíl Serguéyevich Gorbachov, sería el último presidente de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), al desplomarse el sistema comunista por inútil, infuncional y utópico. Fue la mayor vergüenza que pudo experimentar a nivel mundial, una ideología política y un sistema económico marxista, que sustentaba tener la fórmula ideal para el «desarrollo y la felicidad» de los pueblos, sobre todo, los que tenían bajo su férula.

Fue tal el descalabro de esta ideología a nivel mundial, que experimentaron un reflujo político el cual no han podido superar y, para no desaparecer, tuvieron que reinventarse. Por esa razón, la China Popular enterró las ideas de Mao Tse Tung y abrazaron el capitalismo del cual renegaban a muerte. Obviamente, sin abandonar el poder por el uso del terror gubernamental. Rusia, se mostró amigable con Occidente y este bloque democrático del mundo, cometió el error del que escribí previamente, y le dio la mano amiga a esta nación, para integrarla al desarrollo económico capitalista y, desde esa óptica, impulsar su desarrollo bajo una nueva esfera política: grave error que hoy el mundo lamenta y, sobre todo, Ucrania.

El Memorándum de Budapest

A raíz de la debacle del Muro de Berlín y el desplome de la Unión Soviética, varias naciones de las 15 que formaban el bloque soviético, se zafaron de esta coalición comunista opresora y se integraron a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), después de sufrir una oprobiosa dictadura soviética. Una de esas naciones que no corrió con la misma suerte lo fue Ucrania. Hay que hacer notar, que este país siempre ha sido una obsesión política para Rusia y, para la fecha en que independizó, tenía algo muy peculiar fruto de la ocupación soviética por más de 70 años, que hoy lamenta no haber conservado por haber creído en las promesas de los hijos de Catalina la Grande.

En efecto, fruto del apoderamiento soviético, la patria de Volodímir Oleksándrovich Zelensky, su actual mandatario, se convirtió amables lectores, en potencia nuclear a raíz de la desocupación soviética el 24 de agosto de 1991, proclamada por el parlamento ucraniano y ratificada oficialmente el 1 de diciembre de 1991 mediante un referéndum.

No era Francia, el Reino Unido, ni Alemania, ni tampoco la China Popular, que para esa etapa de la Guerra Fría, eran la tercera potencia nuclear en el globo terráqueo, después de Estados Unidos y la Unión Soviética, sino Ucrania. Es la misma que hoy su población civil de mujeres, niños, ancianos y ciudadanos, están siendo masacrados por los misiles indiscriminados lanzados desde Rusia hacia esa nación, sin ningún miramiento y violando todas las normas y procedimientos en una guerra basada en los acuerdos de la Convención de Ginebra de 1949 y sus Protocolos adicionales.

Después de la hecatombe socialista en 1991, la Unión Soviética se retiró del suelo ucraniano y dejó en la nación liberada un arsenal de más de 3,000 armas nucleares que habían sido instaladas en suelo ucraniano. De seguro los amables lectores se preguntarán: ¿Cómo sucedió eso y por qué, tres décadas después de ese hecho, Ucrania está desnuclearizada? Les explico las razones que dieron motivo al título de esta modesta opinión en torno a este conflicto que hoy preocupa al mundo y se ha convertido en una masacre de civiles por parte del envenenador y carnicero de San Petersburgo, Vladimir Vladimirovich Putin Putina.

Transcurría el año 1990, Ucrania optó por renunciar a las armas nucleares que los soviéticos había dejado en su territorio a cambio de tener seguridad de su territorio, de no ser agredido ni invadido, al mismo tiempo que iniciaba una ardua lucha por tener reconocimiento su soberanía a nivel mundial, algo que logró. Todo ese proceso culminó en el 1994, cuando en la capital de Hungría, llamada Budapest, se firmó un pacto o acuerdo denominado «Memorándum de Budapest» firmado entre Ucrania, Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido tras el desmoronamiento soviético. En ese pacto, Ucrania prometió adherirse al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) al mismo tiempo que devolvía a la patria de Pedro el Grande las ojivas nucleares dejadas en su territorio.

Como compensación a lo firmado por Ucrania, el Reino Unido, Rusia y Estados Unidos, se comprometieron a respetar la soberanía, la independencia y las fronteras de Ucrania y abstenerse de las amenazas y el uso de las fuerzas militares en contra de la patria de Stepán Andríyovich Bandera. Transcurría el año de 1996 y ya Ucrania había cumplido lo firmado y para ese año no quedaba en suelo ucraniano una sola ojiva nuclear ni un armamento de esa naturaleza. Como he manifestado en otras ocasiones, el que crea en las promesas de los comunistas o fundamentalistas islámicos en temas políticos o de asumir compromisos, puede pensar de igual manera que a un perro hambriento y flaco se les puede amarrar con una cuerda hecha de longanizas y no se las va a comer. El resto ya es historia y hoy vemos el genocidio ruso en contra de civiles en Ucrania.

Pero, hay que destacar que la Rusia de Putin, ya anteriormente en el 2014, había violado ese Memorándum de Budapest, cuando sus soldados con uniforme blancos y sin insignias militares de Rusia, no solo invadió a Crimea, sino que la anexó a Rusia por su estratégica posición y en donde se encuentra su base naval Sebastopol y la Flota del Mar Negro. Esto se puede describir con la clásica frase del Chavo del Ocho: «Lo tenían fríamente calculado». De igual manera, y en una franca violación a la soberanía de una nación y al pacto firmado, Moscú apoyó las rebeliones de rusos y sus descendientes en las provincias de Donetsk y Luhansk, que son territorios ucranianos en el este.

Para que los lectores tengan una idea clara, precisa y enmarcada en un contexto histórico de lo que realmente acontece en Donetsk y Luhansk, provincias de Ucrania, vamos a mover ese escenario hipotético a la República Dominicana respecto a la República de Haití. Asumiendo que Haití es (Rusia) y es superior a Dominicana (Ucrania) y los haitianos dicen que «la isla es una e indivisible» y Haití (Rusia) debe prevalecer sobre Dominicana (Ucrania). Y aprovechando que en las provincias de Dajabón y Pedernales hay muchos haitianos y descendientes (rusos) que simpatizan con la idea de su país, Haití (Rusia) usa a sus ciudadanos y descendientes de estos, los armas, los apoya y declara a Dajabón y Pedernales «Repúblicas Independientes de Dajabón y Pedernales». Entonces, Haití (Rusia) las «reconoce» como Estados, las consolidan y las utilizan como punta de lanza para apoderarse de la parte de la isla que ocupa Dominicana (Ucrania) después de esta haberse independizado de Haití (Rusia).

Ese es el escenario surrealista, que muchos izquierdistas del foro aplauden de Rusia, echando a un lado las frases trilladas que ellos tanto usan como son: «la no injerencia en los pueblos», «el respeto a la soberanía de las naciones», «patria o muerte», «muerte al soldado invasor» etc. Obviamente, las utilizan cuando les convienen y se tratan de naciones izquierdistas. Pero ese mismo criterio no es válido cuando se refieren a otras naciones con un entorno democrático que son amenazadas por naciones de sus simpatías ideológicas. Con base en esto, a mí ningún izquierdista ahora, después de lo hecho por Rusia con Ucrania, puede venir a mencionarme la palabra «soberanía, injerencia y la no intervención armada» hagan lo que hagan los Estados Unidos. Consciente, obviamente, de que ese tipo de accionar no debe ser. El refajo político se lo quitaron sin darse cuenta.

Epílogo

Hoy en día, dentro del marco de las interacciones entre las naciones, hay un concepto que ha tomado fuerza y que muchos defienden como método para alcanzar en cierta forma la paz. Es lo que se conoce como «la disuasión nuclear». Se establece que, cuando los países tienen o desarrollan armas nucleares, tienen un menor riesgo de ser atacado y que, sin tener que usarlas, las mismas se convierten en un ente de ciertas garantías para su seguridad. Obviamente, esto no significa, en modo alguno, que los conflictos entre naciones con armamentos nucleares, no constituyen un enorme peligro en caso de un enfrentamiento bélico.

En consecuencia, podemos concluir diciendo que, si Ucrania no hubiese confiado en los rusos cuando firmó el Memorándum de Budapest y se hubiera negado a devolver el arsenal nuclear dejado por ellos en su suelo, como una manera de resarcir la ocupación que sufrió, el robo por parte de Stalin de su trigo y la masacre conocida como «Holodomor», es muy probable que el sociópata de Vladimir Putin Putina no se anexara Crimea, no atizara la rebelión en Donetsk y Luhansk y no hubiera masacrado con misiles a la población indefensa de civiles ucranianos. Este error de Ucrania, motivó la osadía de un asesino despiadado, cínico y manipulador en el poder, como lo ha sido el antiguo espía de la KGB. Con esas armas nucleares en su poder, Ucrania le hubiera dado pie al refrán popular que reza:

«Los cerdos se arrascan en todas las matas, menos en la de jabilla»

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