“Es
intolerable que todavía miles de personas mueran cada día de hambre, a pesar de
las grandes cantidades de alimentos disponibles y, a menudo, simplemente
desperdiciados” Papa Francisco
Lograr un consenso para establecer un concepto
sobre el hambre, algo que se vive y se siente cada día, como uno de los principales
problemas y causa de muertes en la humanidad, se ha tornado tan difícil como el
hecho mismo de combatirla. De forma simple y entendible desde un punto de vista
biológico se podría afirmar que es la ausencia de ingesta de alimentos durante
un tiempo prolongado, se sostiene que un ser humano cuatro horas después de la
última comida está en estado de hambre, pero el problema reviste una mayor
complejidad y guarda relación con la capacidad de adquirir esos alimentos y la
disponibilidad de los mismos en un momento determinado.
En correspondencia con la disponibilidad
física de los alimentos, la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO), desde la Cumbre Mundial de la
Alimentación (CMA) de 1996, plantea que la Seguridad Alimentaria ̈a nivel de individuo, hogar, nación y
global, se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso
físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer
sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una
vida activa y sana”.
Este concepto supedita la problemática del
hambre a la Seguridad Alimentaria y trae a colación otros elementos que deben
ser ponderados al momento de plantear iniciativas para combatir este flagelo,
estos son los relativos al hambre intermitente y hambre oculta, ya no se trata tan solo de no
consumir los alimentos durante un tiempo determinado o de hacerlo de forma ocasional,
sino de consumirlo en cantidad y calidad necesaria para preservar una adecuada
nutrición y buena salud.
La asimilación de este concepto combinado con acertadas
políticas públicas aplicadas por los gobiernos para garantizar la seguridad
alimentaria y nutricional, ha permitido avances durante más de un decenio en la reducción del
hambre en todo el mundo, en especial en la región de América Latina y Caribe,
aunque todavía millones de seres humanos padecen hambre y malnutrición con
altos niveles de afectación al sano desarrollo de los niños, la eficiencia
productiva de los adultos y la salud de los envejecientes.
Esta
tendencia sostenida y positiva de disminución del hambre, se revierte a partir
del año 2014, cuando el número de personas subalimentadas pasó de 777 millones
en el año 2015, a 815 millones en el año
2016, lo que representa el 11% por ciento de la población mundial, motivado por factores como el cambio climático, que con sus prolongados
ciclos de sequías e inundaciones genera devastadores daños a la producción de
alimentos y la subsistencia de las personas y por la intensificación de los
conflictos bélicos que por diversas motivaciones afectan países en todo el
mundo y ocasionan grandes desplazamientos de familias, con el triste drama que
todo ello implica. Este aumento en 38 millones se genera muy a pesar de que en
el mundo se produce suficiente alimentos para todos, de acuerdo al informe de
la FAO, sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición,
correspondiente al año 2017.
Hay otras
variables como el urbanismo descontrolado y sin planificación en predios con
vocación agrícola, el uso de grandes extensiones de tierras en la producción de
biocombustibles, el peligro que implica un aumento de la población que no esté en
correspondencia con los niveles de producción de alimentos y la pobreza extrema
que genera la imposibilidad material de adquirir esos bienes de origen agrícola
y pecuario, por la falta de ingresos o disponibilidad insuficientes de los mismos,
también juegan en contra de la seguridad
alimentaria.
Por otro
lado lo que se conoce como el rostro oculto del hambre, la malnutrición, tiene
que ver con las carencias, excesos y desequilibrios de la ingesta de calorías y
nutrientes por parte de una persona. Comprende la desnutrición, el exceso o
carencia de micronutrientes, el sobrepeso, la obesidad y las enfermdades
relacionadas con la alimentación. El informe de la FAO sobre estado de la
seguridad alimentaria y la nutrición, correspondiente al año 2017, estima que para el año 2016,
la anemia afectaba unos 613 millones de mujeres en edad fértil entre 15 y 49 años, 154.8 millones de infantes
menores de cinco años con desnutrición crónica y 640.9 millones de obesos
adultos en todo el mundo.
La humanidad está en los albores de la próxima
gran transformación de sus estructuras productivas impulsados por los grandes
avances tecnológicos en la inteligencia artificial, la nanotecnología, el
internet de las cosas, la big data, el blockchain, un aumento sin precedente de
la concentración del capital y de la producción de alimentos, sin embargo, el
rostro del hambre en niños, adolescentes, adultos y envejecientes se consolida
y crece de forma lastimosa en pleno Siglo XXI, ante la indiferencia de algunos gobiernos
que no aplican una justa distribución de las riquezas para beneficiar mínimante
a los que malviven en la pobreza extrema.
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