NUEVA YORK. La Corte Suprema Estatal de Manhattan condenó a cadena perpetua al dominicano Miguel de los Santos, bajo cargos de secuestro, tortura y dirección del asesinato de un balazo en la cabeza de su compatriota Manuel González, en octubre de 1999, junto a cómplices de una banda de narcotraficantes.
Del homicidio también se acusa al dominicano Juan Rincón, quien era uno de los que acompañaba a Miguel de los Santos durante el hecho, cuando entraron por la fuerza al apartamento de la víctima para exigirle que le diera la ubicación de Wilson González, un primo que supuestamente los había "tumbado" con más de $100,000 dólares.
Después de la muerte al estilo ejecución de González, Miguel de los Santos huyó a Carolina del Norte, donde logró evadir la justicia por años, y fue capturado cuando una agente encubierta lo arrestó por ofrecerle dinero a cambio de sexo en un operativo anti prostitución, realizado en la ciudad de Raleigh, en 2013.
Cuando la policía verificó las huellas dactilares De los Santos, se encontró con que era el prófugo buscado por tantos años por el asesinato de González.
Fue extraditado a Nueva York en agosto del año pasado, se enfrentó a un juicio, el jurado lo declaró culpable y la jueza Ruth Pickholz, de la Suprema Corte Estatal en Manhattan, lo sentenció a cadena perpetua, con derecho a pedir libertad condicional cuando cumpla 25 años.
La víctima trabajaba en una fábrica de papel en New Jersey. Fue asesinado delante de su esposa Angelly Ortiz.
Antes de matar a González, Miguel de los Santos, lo ató, lo amordazó y lo torturó, poniéndole el cañón de la pistola en la cabeza y le cortaron la espalda en un patrón "tic-tac-toe", según dijeron los fiscales.
González se resistió ante sus asesinos y le pidió a su esposa no cooperar, lo que enfureció más a los victimarios y motivó a Rincón a dispararle a la cabeza
El abogado de Miguel de los Santos, Edward V. Sapone, alegó en el juicio que "el disparo fue accidental". Pidió al juez condenarlo a 15 años en la cárcel, pero el magistrado alegó que el acusado llevó a sus cómplices armados para aterrorizar a una familia inocente.
La madre de González, Hirma González, testificó en el estrado y lloró amargamente, al tiempo que mostraba un álbum con fotos de su hijo asesinado.
Del homicidio también se acusa al dominicano Juan Rincón, quien era uno de los que acompañaba a Miguel de los Santos durante el hecho, cuando entraron por la fuerza al apartamento de la víctima para exigirle que le diera la ubicación de Wilson González, un primo que supuestamente los había "tumbado" con más de $100,000 dólares.
Después de la muerte al estilo ejecución de González, Miguel de los Santos huyó a Carolina del Norte, donde logró evadir la justicia por años, y fue capturado cuando una agente encubierta lo arrestó por ofrecerle dinero a cambio de sexo en un operativo anti prostitución, realizado en la ciudad de Raleigh, en 2013.
Cuando la policía verificó las huellas dactilares De los Santos, se encontró con que era el prófugo buscado por tantos años por el asesinato de González.
Fue extraditado a Nueva York en agosto del año pasado, se enfrentó a un juicio, el jurado lo declaró culpable y la jueza Ruth Pickholz, de la Suprema Corte Estatal en Manhattan, lo sentenció a cadena perpetua, con derecho a pedir libertad condicional cuando cumpla 25 años.
La víctima trabajaba en una fábrica de papel en New Jersey. Fue asesinado delante de su esposa Angelly Ortiz.
Antes de matar a González, Miguel de los Santos, lo ató, lo amordazó y lo torturó, poniéndole el cañón de la pistola en la cabeza y le cortaron la espalda en un patrón "tic-tac-toe", según dijeron los fiscales.
González se resistió ante sus asesinos y le pidió a su esposa no cooperar, lo que enfureció más a los victimarios y motivó a Rincón a dispararle a la cabeza
El abogado de Miguel de los Santos, Edward V. Sapone, alegó en el juicio que "el disparo fue accidental". Pidió al juez condenarlo a 15 años en la cárcel, pero el magistrado alegó que el acusado llevó a sus cómplices armados para aterrorizar a una familia inocente.
La madre de González, Hirma González, testificó en el estrado y lloró amargamente, al tiempo que mostraba un álbum con fotos de su hijo asesinado.
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