Los culpables de la tragedia haitiana no somos nosotros los dominicanos y no pagaremos por esa, una culpa que no es nuestra. Tampoco puede nadie obligarnos a proporcionar albergue, comida, empleos y otros derechos a los naturales haitianos que se encuentren en situación de desamparo lo cual es un compromiso asfixiante, irrealizable y más allá de las posibilidades, la voluntad y las capacidades dominicanas.
La situación de ingobernabilidad y desamparo en Haití no es una condición transitoria, temporal ni excepcional sino un estado permanente en el que se encuentra ese territorio desde hace décadas.
Los que antes derrocaron las autoridades legitimas de ese país e impusieron penalidades económicas agobiantes deben asumir las consecuencias del caos propiciado por ellos mismos no desentenderse del problema ni transferirlo a nosotros vía los llamados organismos internacionales que, desbordando su competencia y autoridad, nos presentan la factura haitiana no como opiniones y recomendaciones sino como imposiciones.
No somos un país grande y rico ayudando a otro pequeño y pobre. Ni ahora ni en 45 días consentiremos a semejante despropósito. Nuestro país, nuestra identidad, lo que somos como familia y como sociedad están en peligro.
Defender esta patria es un deber y no necesitamos permiso de nadie para hacerlo ni podemos aceptar la agenda de organismos internacionales que suponen la liquidación de la nación dominicana.
Es inconcebible por imprudente, mal pensado y torpe que Cancillería y la Consultoría jurídica hayan permitido que fuera el propio Presidente de la Republica quien sometiera el proyecto de ley consagrando a favor de haitianos empobrecidos beneficios y privilegios producidos por los dominicanos que no podemos financiar y no tenemos ni siquiera disponibles para nosotros mismos.
. Es igualmente inconcebible que no se percataran de que, usar el nombre y la oficina de la Presidencia para ese despropósito, sin necesidad de debate, aprobación ni tramite comprometía al país. Si lo hicieron por ignorancia son unos imbéciles y si lo sabían son unos traidores a su patria. En ambos casos, merecen ser destituidos.
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