Por José Jerez
Sánchez Ramírez, capital de la esperanza. ¡Esto es sólo una utopía!.
Es una de las provincias más ricas e importante del país, pero también una de las más olvidadas, por no decir la más. De esta provincia tan laboriosa sólo se acuerdan en los momentos que apremia la política y para desde arriba presionar para que se haga lo que beneficie a la clase dominante o gobernante de turno, aun por encima de los ideales de los hombres y mujeres que claman porque no se les quitase el derecho más preciado que les quedaba: el derecho a la vida.
Era lo único que le quedaba a esta provincia y ya ni siquiera a eso tiene derecho; pues los usurpadores de otras provincias del País, han venido a conspirar en conciliábulo, con otros degenerados a los que también e inescrupulosamente sólo les importa el dinero, no el bienestar de un país ahogado en un subdesarrollo ficticio y con una economía cada vez mas económica en perjuicio de los desposeídos.
¡Ignorantes somos! Pues nos rendimos a las presiones de arriba sin valor para gritar y reclamar por la voz de los que económicamente no tienen voz y por ende derecho.
¡Ay, Juan Sánchez Ramírez! ¡Ay, Juan Pablo Duarte! Sus huesos se deben retorcer al ver que su patria es subyugada y devastada su flora, su fauna; mientras sus representantes se rinden ante el poder económico extranjero y les brindan el porvenir de los que aun ni siquiera han nacido.
De esta forma se aplasta una pujante provincia, negándosele el derecho a vivir sin miedo a las contaminaciones ambientales, negociando su suelo, su riqueza y su potabilidad.
Aquello de “Ser Libres e Independientes”, quedó tan sólo en un ideal patricio y se está hundiendo con nuestra Isla en la corrupción y el placer que otorga el dinero y un poder que envilece, que corroe y daña los más sanos intereses del bien común.
A ver si después de un tiempo se podrá llamar a Sánchez Ramírez Capital de la Esperanza. ¡Será más bien Capital de las Desgracias! Francisco Alberto, cuanta falta le haces a este País, pues ya no queda nadie para luchar por el pueblo ni junto al pueblo. El dinero, ya le ha puesto precio al caballero que se presumía noble y sincero.
¡Capital de la Esperanza, país libre. . . que Utopía!
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